miércoles, mayo 17, 2006

Silencio...

A la orilla de la vida, caminaba lentamente, buscando algún camino escondido, observaba las curvas que he dejado atrás, cada vez que llego a detenerme, y volteo. Sé, que no puedo regresar, que no puedo distraerme, aún así cada día me detengo, por lo menos a pensar, y por que no? Voltear de nuevo. Tal vez, solo tal vez, alguien haya seguido mi camino, entonces no sería solo mío, y me pueda dar el lujo de esperar, a esa persona, que se haya interesado, de momento quizá, en seguir mis pasos.

Sigo hacia adelante, lo que llamo adelante para mí, de nuevo me detengo, entre pensamientos, me doy cuenta que voy muy rápido, puede que demasiado, tal vez ya rebasé mi meta, por andar en prisas ahora deba empezar de nuevo, o haya seguido por un camino que no reconosco. Cómo saber que debo seguir? Cuando debo detenerme?

Hay días que de mi mente se escapan otros pensamientos. Tan escondidos, tan a veces absurdos, tan fuertes, no los domino, no logro evitarlo. Es que pienso demasiado, no me logro contener, y de momento siento estallar mi cabeza. No soy solo yo en mi cuerpo, no soy solo yo controlandome, qué sucede? A que se debe tanto miedo?

Y cerrando los ojos me intento concentrar, llamo a cada demonio, que regrese cada uno a su celda, debo continuar, mi tiempo puede que no sea solo mío, pero eso quiero pensar. Y de compartirlo, sería con... Con quién sería? Cómo sería? Es por eso que sigo adelante?

Es que hay días que ni despierto dejo de soñar, de soñarme a mi mismo, o tal vez otro yo, alguno de ellos que quiere escapar, pero no lo puedo permitir, no puedo!

Porque eres muy valioso, muy distante. Te extraño, en donde estás? Tú que te escondes detrás de tantas palabras, que hablas para que el silencio no te devore. Que caminas porque detenerte mucho tiempo te puede hacer caer. Tú que tan fuerte te crees, que tan solo eres, que tan poco dices. Tú que de la vida te ríes, aunque no sepas de que te estás riendo. Tú que me acompañas cada día. De donde viniste? Quién te crees?

Despiertame cuando las luces se hayan apagado. Cuando las mil voces en mi mente logren callarse y no haya silencio de tu parte. Hablame de tí, quiero esperarte hoy, y que de nuevo me expliques por qué te necesito tanto. Y esta melancolía que comparto contigo, es solo mía.

Por más que se quién soy. Me pregunto si es quien demuestro ser. Hablar contigo me parece más sencillo. No, engreido, no eres tan especial, es que nadie más lo merece, no así, no cómo tú. Que cada verdad te duele, y te duele porque lo digo Yo. Porque lo dices Tú. Porque lo escuchan ustedes. Y nos rompemos en pedazos cuando cada vez, que logramos hablar, no permitimos a nadie escuchar.

Me duele el silencio.
Y el silencio es mi costumbre.
Me duelen las palabras.
Y las palabras son alivio.

Por acostumbrarme tanto a mi mismo, es que soy quienes somos.
Y por ser quienes somos, soy quien me siento.
Porque es más fácil extrañar... a veces.
Pp.

No hay comentarios.: